“Navegar es necesario, vivir no es necesario”, reza el único proverbio vikingo que sobrevivió al tiempo. Feroces guerreros marinos expertos y pioneros por mandato, los vikingos levantaron su historia basados en dos elementos: los bosques de Europa y los mares del mundo. De madera hicieron sus barcos y de bravura sus conquistas, y navegando siempre, 500 años antes de Colón y muy probablemente mucho antes aún. Así con este tesón descubrieron América. Esta y otras epopeyas de los vikingos formaron parte de una monumental exposición que se realizó en el Grand Palais de París, con el auspicio de la UNESCO.
“Protegenos, señor del furor de los hombres del norte. Devastan nuestro país y matan a nuestras mujeres, a nuestros hijos y a nuestros ancianos”, suplicaba una oración que fue rutina en las iglesias de Inglaterra durante el séptimo siglo de la era Cristiana.
El 8 de Junio del año 793 marca el comienzo histórico oficial de la era vikinga. Ese día se produce el asalto al monasterio de Lindisfarne en el norte de Irlanda y entonces el resto de Europa sabe que desde Escandinavia bajan los Bárbaros celebrando la victoria mientras beben la sangre de sus enemigos y peleando a la par con sus mujeres tan rudas como los hombres.
Era el puntapié inicial de una epopeya tres veces centenaria. A Irlanda le sigue Inglaterra, la Galia occidental y el Mediterráneo, Constantinopla por el este, la ruta de la seda hasta Bagdad y hacia fines del año mil pisan la Nueva Tierra que recién cinco siglos después se llamaría América.
Madera y cuero, Drakkars y Knors
Seis mil años antes de Cristo, los ancestros vikingos ya navegaban las costas escandinavas a la caza de focas y de ballenas. Entonces los bosques cubrían la mayor parte del territorio y, trabajando la madera y el cuero, estos gigantes de barbas rojas construían embarcaciones rudimentarias pero también muy eficaces.
Y esos Barcos, compendio y apoteosis de la épica vikinga, no superaban los 11 metros de eslora y los dos de ancho, no tenían quilla, su fondo era plano y por ello se internaban en los ríos menos profundos sin temor a encallar, el casco estaba recubierto de cuero y barnizado con grasa de ballena para volverlo impermeable.
Los Suecos que remontaron la Europa oriental cruzaban la tierra cargando sus barcos y pasando de río a río, de lago a mares.
Drakkars y Knors se llamaban. Los primeros, más escuetos y ligeros, servían para le guerra; los segundos, más anchos, para el comercio y el transporte. Pero no eran perfectos. No sólo tenían los flancos muy bajos para las olas oceánicas sino que, además, la falta de quilla los desguarnecía ante las tempestades tornándolos inmanejables. Y, sobre todo, loa vikingos ignoraron la vela hasta el siglo siete y esto los obligaba a una propulsión a remo no demasiado practica. Luego incorporaron la quilla y junto con la quilla la vela y ostentaron entonces mástiles de 20 metros de altura y paños de 100 metros cuadrados; y no mucho después, sumaron un ingenioso mando manual hacia la popa. Descubierto el timón, ya nada los detuvo.
Pero Más allá de su perfección, las naves resultaban frágiles ante el carácter indómito de los mares del norte. Y muchos morían en cada emprendimiento, y esos cadáveres, en plena tempestad, eran arrojados al agua inmediatamente en tanto los sobrevivientes luchaban por mantenerse a flote y más o menos en rumbo.
Y no conocieron vientos que los espanten. Con paciencia milenaria descifraron los mares, sus corrientes y sus caprichos. Entre sospechas y certezas, pronto se hicieron de una suerte de astrolabio sobre el cual una aguja móvil señalaba las direcciones según los principios de la rosa de los vientos. Esto los orientó en cuanto a latitudes, pero poco y nada supieron de longitudes, lo prueba el hecho de que siempre, casi religiosamente, navegaban de este a oeste, cuando no siguiendo el perímetro arbitrario de las costas. Y entonces nada los alumbraba tanto como la altura de los astros: Hacia el sur la luna y el sol se alzaban cada vez mas y ocurría todo lo contrario si navegaban hacia el norte.
Sin embargo, el mundo incipiente de aquellos días no supo de ellos sino hasta el siglo VIII, cuando irrumpen sus naves en las costas de Bretaña. Luego la caída del imperio Romano iba a facilitar la expansión de tribus asiáticas y europeas. Los bárbaros germánicos y escandinavos comenzaros a emigrar y algunos, como los Anglés de Dinamarca, se instalaron en Bretaña. Ya poco faltaba para era vikinga.
Y a partir de entonces, y hasta el siglo XI, nada los detuvo. Mucho menos cuando hacia final del primer milenio de la era cristiana sufren una explosión demográfica inesperada. Los cambios climáticos mejoran las cosechas y esto perfecciona la alimentación reduciendo la mortalidad.
A ello se suma la prolífica poligamia vikinga y el exilio como pena capital. Resultado: Escandinavia resulta chica y los bárbaros del norte deciden ensanchar el mundo. Era, ya el siglo VIII. L era Vikinga.
Claro que hasta el siglo VII eran, todavía un pueblo único que compartían lengua, tradiciones y dioses. Con el tiempo adquirieron una identidad nacional y se dividieron en daneses noruegos y suecos y se repartieron las rutas del sur para los primeros, al oeste los segundos y al este los terceros. Recién por entonces los pueblos de Götar y Svear se unen y forman Suecia. Noruega iba a definir sus fronteras en el siglo IX, y es por esos días cundo Dinamarca, exactamente en el año 800 ataca a Carlomagno como inicio de la fuerza de un reino que ya desafiaba al imperio Romano de occidente.
Los primeros raids devastadores ya estaban en marcha y algunos vikingos levantaban sus comunidades en zonas prácticamente desérticas de Escocia, las islas Shetland y Orcadas como base de expansión progresiva hacia Irlanda, Inglaterra y Francia. Es por entonces que ocurre el asalto al monasterio de Lindisfarne y se inicia oficialmente la era vikinga.
Las rasáis o standhagg de los vikingos noruegos ganaron en violencia, y como toda estrategia usaron la sorpresa. Así atronaron a Europa como soldados de fortuna, guerreros despiadados, infatigables y gloriosos.
Raza brava de conquistadores, hombres y mujeres resultaban igualmente feroces, saquearon casas, no respetaron templo alguno y pronto, muy pronto, dominaron y azotaron desde el Canal de la mancha hasta lasa costas de Portugal.
Arqueólogos incansables, encontraron piezas árabes en suecia y comprobaron así que los bárbaros del Norte habían llagado hasta las costas de Africa. Entonces navegar era necesario, vivir no.
Pero la embestida más seria y gloriosa que habría de rescatarlos del olvido o cuando menos del oprobio, fue la que los llevó hacia el oeste, hasta esos horizontes inexplorados que tanto y tanto los seducían. En el año 815, finalmente, Floki de Rogaland zarpó desde las islas Feroe, y sin pensar jamás que la Tierra fuera plana, puso proa hacia el oeste y navegó confiado. Al cabo de algunas semanas de navegar sin otro espectáculo que la recta línea del horizonte, soltó algunos cuervos al aire, ( como en la historia de Noé). Las mejores técnicas vikingas decían que, silos cuervos no retornaban al barco. Las tierras estaban cerca. Y los cuervos no volvieron nunca.
Floki de Rogaland, así, descubrió Islandia. Entonces, obedeciendo los usos y costumbres de sus antepasados marinos, soltó al mar varios innstafar, grandes pilares de madera que flotaban hasta la costa y que de esa forma marcaban el lugar donde había que instalarse. Y una vez establecidos colonizaron.
Entre los años 870 y 930, más de diez mil colonos de noruega llegaron a Islandia con sus familias y sus esclavos. Las condiciones agrícolas, finalmente, no eran tan distintas de las que habían conocido en Escandinavia.
Y la primeras familias, fueron las primeras comunidades. Se organizaron a base de un jefe único y plenipotenciario, hasta que a partir del año 930 la llegada de nuevos colonos hace necesaria la división de las islas en cuanto a territorios federales pero todos regidos bajo un gobierno de asamblea general: el Althing. Nacía así en Islandia el primer parlamento de la Europa occidental . ¿Los bárbaros del Norte?
Y si navegar era la gran obsesión vikinga. Parece que proceder fue la segunda. Una nueva explosión demográfica, los echa de vuelta al mar. Los recursos de Islandia entonces, como de Escandinavia, antes, se vuelven escasos. Los estudios más precisos dicen que hacia finales del siglo X, habían en la isla casi 60 mil habitantes.
La alternativa era una sola: de vuelta a las naves detrás de tierras vírgenes.
Con esa cosa de casualidad que tiene la providencia, en el año 982, el jefe vikingo Eric el Rojo es acusado de un asesinato a sangre fría. Al cabo de un juicio, el alto tribunal del Althing resuelve su exilio y Eric el Rojo, obedeciendo la tradición vikinga, amarina su nave y pone proa hacía el oeste en busca de nuevos y más altos destinos. Lo impulsaban amén de la necesidad y el ansia, las infinitas historias de taberna que entonces contaban las travesías de un marino de nombre Gunnbjoern, que sorprendido por una tormenta en alta mar, juraba haber divisado “algo” más allá de los mares de la isla. Hacia el oeste, claro, siempre hacia el oeste. Y Eric el Rojo, sin nada de particular que hacer en tierra y obligado al mar, hace de esas historias un plan de conquista. Ese mismo año alcanza costas lejanas y así llega a lo que es Groenlandia, tierra Verde, nombre que le pone porque, más allá de la gélida dureza de sus playas, encuentra internándose un valle más que fértil y propicio donde finalmente se asienta con sus hombres. Y al cabo de su pena de exilio narra con euforia las incontables maravillas del país Verde. Todo estaba dispuesto.
En la siguiente primavera, veinticinco navíos completos zarpaban hacia el país Verde. Solo llegarían quince, los hielos y las tempestades se tragarían al resto; y los sobreviviente, entonces, fundaron Bratahild, hoy Tungdiliafik . Pero pronto los recursos naturales del lugar, como en una pesadilla recurrente, resultaron escasos.
Poca madera, casi nada de Hierro, sólo pieles y dientes de morsa para subsistir. Poco. Nada. Y pese a que en el año 1000 la población se estima no superaba los 3000 habitantes, esta pequeña pero tenaz comunidad vikinga logró perdurar durante cinco siglos para al final extinguirse.
Pero la fuerza vikinga ( Cuestión de raza) hace que en el año 992, Leifr Erikson, hijo de Eric el Rojo, secundado por apenar 35 groenlandeses, deja su país impulsado por los mismos sueños de conquista paterna. Entonces nuevas historias y leyendas hervían en las tabernas vikingas. Ahora se hablaba de otro marino, de nombre Bjarnni que, también sorprendido por providenciales tempestades, es arrastrado con su barco hacia el sudoeste y, entre los gritos de su tripulación, avista por momentos, cegado por la tormenta nuevas costas hacia el oeste. Siempre hacia el oste.
Montado sobre los viento árticos, Liefr alcanza antes que nadie las áridas playas al este del Labrador. Y poco a poco, encuentra zonas cada vez más cálidas, colinas y bosques. Las bautiza Markland y sigue hacia el sur, contra todas las tradiciones vikingas, y ve que la tierra se vuelve cada día, cada metro, más verde y agradable. Leifr no lo sabía, pero estaba en Terranova, la llama Vinland, se asienta con sus hombres y vive allí el primer invierno americano.
Cuando vuelve a Groenlandia, recalienta los rumores y los cuentos de las tabernas, y su hermano Thorvard, porque la sangre ordena, zarpa sin perdertiempo hacia las nuevas tierras. Los vikingos, por primera vez y sin saberlo aún, iban a entrar en contacto con los indios americanos, a quienes, lógicamente, llaman Skraeling (Hombre feo). Plana o redonda la tierra resulta anchísima.
Hacia el año 1020, otro jefe, Thorfinn Karlsefni, (Lehi según los mormones)con apenas 160 tripulantes entre hombres y mujeres, decide colonizar el nuevo territorio. Desembarcan y se instalan en la ensenada de Meadows, donde las investigaciones arqueológicas de propios de la civilización vikinga, como prendedores para el pelo y herramientas nuestro siglo detectan numerosos objetos de hierro y bronce, Pronto se establece el comercio con los indios del lugar y truecan pieles por telas de colores. Pero no hubo paz. El enfrentamiento constante entre vikingos (Lamanitas y Nefitas según los Mormones) cristianos y paganos hace difícil la vida comunitaria y , al cabo de tres inviernos, retroceden a Groenlandia y dejan en el olvido al Nuevo Mundo.
Hoy, mil años después, las huellas de su paso están en todas partes.