jueves, 11 de febrero de 2010

Carta de Fray Tomas Casillas 1553


Carta de Fray Tomas Casillas en el año 1553






Este nuestro obispado de chiapa esta mal seguro a causa de unos pueblos infieles comarcanos, entre los cuales son dos mas dañinos que se llaman Pochutla y Lacandon, los cuales son tan perjudiciales y son tan infestos a la fe, que no hay año que no destruyen un pueblo, y el año pasado destruyeron y quemaron dos, el uno quince leguas de la Ciudad Real de Chiapa, donde es nuestra silla obispal, y aun me han dado por cuenta que son catorce pueblos los que han destruido.

Fue cosa lastimosa de decir lo que paso. Estos infieles vinieron de noche a dar sobre nuestro pueblo y mataron y cautivaron mucha gente, y de los niños sacrificando sobre los altares y sacarándoles los corazones, y con la sangre untaron a las imágenes que estaban en la iglesia, y al pie de la cruz sacrificaron otros y dicen que hecho esto a voz alta comienzan a decir y pregonar: “Cristianos, decid a vuestro Dios que os defienda”. Y quemaron la iglesia y muchas casas del pueblo lleváronse mucha gente presa a su tierra.

Como yo oí tan grande blasfemia de la fe que me vinieron a dar el mandado, con angustia de mi anima viendo “mis ovejas” despedazar y que habían sacrificado los niños inocentes bautizados y hecho tan grande sacrilegio de untar con sus corazones y con la sangre los rostros de las santísimas imágenes y quemado la iglesia, con esto los otros pueblos comarcanos hicieron sus mensajes diciendo el peligro en que estaban y pidieron socorro, como no tuve otro, salime con alguna gente, la que me quiso seguir y fui a asegurar la tierra, que estaban los indios por los montes huidos y despoblados los pueblos. Y recogidos los que pude determine ir a aquellos infieles que están cincuenta leguas de la ciudad, a llamarles a la fe y requerirles y rogarles que no hiciesen mas daño. Y llegue con harto trabajo, por ser camino largo e inusitado y el tiempo de aguas, y envié a rogarles que me viniesen a ver, que era su padre que yo les quería defender, y que no sirviesen a nadie sino solamente sirviesen y conociesen a Dios y oyesen su doctrina. Y mataron los mensajeros, y de los que conmigo iban dos españoles y cuatro indios. Volvime con gran tristeza por ver los de mi compañía muertos, los pueblos asolados y la tierra alterada, e hice mensajero a la Audiencia Real pidiéndoles socorriesen a esta necesidad de nuestra iglesia y defendiesen a estos indios vasallos del Rey y mantuviesen en paz y justicia, pues lo pedía y se lo debía el Rey como vasallos suyos. Y respondieronme que tenia Vuestra majestad proveida una provisión que no hiciesen guerra a esta provincia señaladamente Lacandon , y quedose la tierra y asi esta en gran aflicción y muy amedrentada, porque aun no es mucha gente aquella infiel pero esta aperibida siempre de guerra, que es este su ejercicio. Y como loa naturales no tienen ayuda de los españoles ni gente de los naturales en frontera , ni tienen esos aderezos de armas, saltean los pueblos cuando mas segura esta la gente, y asi los afligen. Sera estos dos pueblos, que hacen este daño mil hombre poco mas o menos de la cuenta que tenemos.

Suplico vuestra majestad mande poner remedio, porque podría perderse esta tierra, porque como esta gente es nueva en la fe y ve cuan maltratados es de los infieles y que no se castigan los malhechores ni ellos son ayudados de los cristianos españoles ni de su Rey, fácilmente apostataran, como lo han hecho muchos que se han ido a morar con ellos y han apostatado de la fe. Y son muchas cosas las que se han pasado y pasan con ellos, porque no tienen otro remedio sino dejarse matar y ser mártires por la fe o hacerse al bando de los infieles; y como no tienen tanto calor de cristianos que quieren ser sacrificados por Dios, que son nuevos, han de hacer lo segundo.

Después de pasada la destrucción de este pueblo, se levantaron otros cuatro pueblos en nuestro obispado y negaron la fe por persuasión de otros vecinos infieles que tienen, como no vieron castigo en los de Pochutla y Lacandon. Sin temor osan acometer todos a injuriar la fe y a infestar a los cristianos ya bautizados desvergonzadamente. Gran necesidad hay de favor divino y de vuestra Majestad para sustentar esta nueva iglesia. Metense en los montes mucha gente de temor y dejan sus tierras y casas y se van desesperados a los pueblos mas vecinos a esta sacrílega gente. Pasan vida muy amarga porque de día y de noche se están velando y no osan tener sus mujeres en sus casas, sino en el monte, por estar apercibidos a tomar huida cuando les dieren rebato.

Ya van para dos años que viven muriendo en esta aflicción, y si no se les da remedio por Vuestra Majestad, no tienen otro sino negar la fe y volverse al bando de los infieles.

Plega a la divina clemencia de Vuestra Majestad su divino favor y prosperable de tal manera que este mundo que tiene debajo de su gobernación y su señorío, sea prospero y Vuestra Majestad bienaventurada en este mundo y en el otro.

De ciudad Real de provincia de Chiapa, a tres de septiembre de 1553.
 De Vuestra Majestad capellán y criado,

 Fray Tomas Casillas,
obispo de Chiapa.

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